El uso de sistemas de climatización y aire acondicionado se ha ido extendiendo con el paso del tiempo, tanto en domicilios particulares como en lugares de trabajo, automóviles, locales públicos, etc. Aunque están ideados para proporcionar confort, es preciso ajustar unas normas de control, para que su utilización no produzca efectos indeseables.
El cuerpo tiene la capacidad de aclimatarse a las diferentes estaciones del año realizando pequeñas variaciones fisiológicas. Este sistema se trastoca en la actualidad, ya que nunca antes el ser humano había estado sometido a cambios tan bruscos de temperatura, a veces hasta de 20°C. Además, está demostrado que el aire a baja temperatura disminuye las defensas de las mucosas.
¿Cómo nos afecta el uso del aire acondicionado?
Estas son algunas de las consecuencias
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Sequedad ambiental: Este efecto representa un factor de carácter irritante que puede desencadenar sequedad ocular (incluso puede dificultar el uso de lentes de contacto), trastornos rino-faríngeos (en personas susceptibles podría desencadenar faringitis), e incluso irritaciones dérmicas.
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Efectos producidos por la inhalación directa del frío: El frío junto con la sequedad provocan una disminución en la barrera defensiva de los bronquios, sensibilizándolos frente a las infecciones. Por otro lado, este aire frío puede desencadenar crisis asmáticas y de jaquecas.
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Alteraciones propiciadas por el ruido: Provocado tanto por el propio aparato como por el paso del aire a través de los conductos de climatización. Los más habituales son los acúfenos (percepción de ruidos que no tienen un origen externo) y las pérdidas auditivas temporales.
Hay que limpiar los filtros internos al menos una vez al mes y el sistema debe ser revisado periódicamente por profesionales.